VIENTO DE LEVANTE
Premios y castigos
Por Paco DelgadoLos últimos días han servido para que, aficionados y profesionales -más los primeros que los segundos, me temo-, hayan podido vivir en sus carnes alegrías y pesares, gozos y quebrantos. Pero así es la vida. Una lucha continua en la que nunca puedes estar ni satisfecho ni tranquilo.
Nunca la felicidad es permanente, y para asimilarlo y no dejar que esa sensación nos traumatice y deprima conviene recordar que Miguel Delibes daba la receta para ello: el estado de felicidad no existe en el hombre. Existen atisbos, instantes, aproximaciones, pero la felicidad termina en el momento en que empieza a manifestarse. Nunca llega a ser una situación continuada. Cuando no tienes nada, necesitas; cuando tienes algo, temes. Siempre es así. Total, que nunca se consigue, aunque, dos siglos antes, Voltaire se mostraba algo más optimista y precavido al respecto: la vida es un naufragio, pero no debemos olvidarnos de echar los botes salvavidas
La dicha es siempre efímera, así que hay que saber aprovechar los buenos momentos. Y uno de ellos llegó, primero, con la recuperación del Premio Nacional de Tauromaquia, eliminado del catálogo del Ministerio de Cultura por su execrable e impostor titular, y que vuelve a la vida gracias al empeño de la FTL, el Senado y nueve Comunidades Autonómicas que decidieron que esos 30.000 euros que no llevan a ningún sitio bien sirven para dar lustre a una de nuestras más arraigadas tradiciones. Luego, ese premio se concedió a un director de cine que se atrevió a reflejar lo que es la tauromaquia, una representanción de la vida, en la que hay alegría, dolor, éxito, sufrimento, sangre y muerte, y a quienes sirven el elemento base para que se desarrolle, los ganaderos.
Y se han vivido jornadas de solidaridad y brillo en los muchos festivales que se están organizando para varias causas humanitarias, aunque del tan cacareado de Valencia a favor de los afectados por la riada de octubre nada se sabe... y ya se huele el inicio de la temporada, motivo siempre de alborozo.
Pero a la par surgen, amenazadoras y siniestras, sombras que pueden cobijar monstruos y desastres. Hace unos días la Comisión Promotora de la Iniciativa Legislativa Popular ‘No Es Mi Cultura’ entregó más de 700.000 firmas en el Congreso de los Diputados, con el fin de eliminar la protección legal que tiene actualmente la tauromaquia en España con su consideración de patrimonio cultural. Se pretende que el Congreso debata la derogación de la Ley 18/2013 y devuelva a las Comunidades Autónomas y municipios la competencia para prohibir o regular espectáculos taurinos, hasta ahora en manos estatales. De lograrse habría que echarse a temblar ante un rosario de prohibiciones que no se sabe hasta dónde llegarían...
En Méjico se celebrará un parlamento abierto para debatir la prohibición de las corridas de toros, una iniciativa del Partido Verde Ecologista de Méjico (PVEM), que insiste en anteponer su agenda ideológica sin considerar el impacto económico y social que dicha abolición generaría. Sonora, Guerrero, Coahuila, Quintana Roo y Sinaloa ya han prohibido los festejos taurinos y en Colombia, y sin que nos demos cuenta, se va consumiendo el plazo dado para echar el cierre definitivo a los toros.
Y por estos pagos el taurinismo sigue inmerso en su campaña de potenciar y dar cancha sólo a lo suyo, machacando a quien no les baila el agua y dejando a la intemperie a valores de futuro o que han demostrado su valía pero siguen en manos ajenas al llamado “sistema”, que parece más preocupado por rebañar los restos del banquete antes que ponerse a trabajar en pos de dotar a su negocio de unos sólidos cimientos y una estructura adecuada para asegurar su pervivencia mas allá de esta temporada que ahora arranca, que es hasta donde alcanzan sus miras. A lo mejor Hegel tenía razón, y la caducidad puede conmovernos, “pero se nos muestra, si miramos más profundamente, como algo necesario en la idea superior del espíritu”.