JORGE A. DIAZ REYES

Lo kitsch en el toreo (XIII)

Porqué torean los toreros
martes, 30 de octubre de 2018 · 19:37

Ahora que una nube de abandonos notables ensombrece la fiesta; Fandiño, Rivera, Pizarro, Aguilar, Abellán, Talavante, Bautista, Padilla, El Conde, El Cid, El Cordobés… Cual más cual menos, cruzados a cornadas. Quizá la pregunta no sea, por qué se retiran, sino por qué torean los toreros.

De la primera cada quien dio respuesta en su momento. De la segunda... ¿Por qué tan pronto jugaron a esa baza incierta todo; infancia, juventud, la vida entera? ¿Por qué se negaron otros caminos? ¿No tuvieron elección?

¿Qué Fue? ¿Arrojo, necesidad, codicia, jactancia, desespero, vocación? ¿Qué perseguían? ¿Riesgo, aventura, dinero, fama, poder, gloria? O todo eso iba implícito, en el estribillo que rezaban de novicios; “llegar a ser alguien”. Hacerse un sitio en el imaginario colectivo, que lo demás vendría por añadidura. Trascender.

Parcialmente, por supuesto, el mundo de los toros no es todo el mundo. Y también temporalmente, nadie es eterno. La inmortalidad, metáfora de revisteros, es apenas ocupar la memoria cultural un tiempo. ¿Cuánto? Una feria, una temporada, un lustro, una época. O como Pepe Hillo, Joselito, Manolete… la historia. 

Que no muestra fecha de caducidad, pero la tiene. Algún día termina. ¿La de cuantos pueblos ha desaparecido, sin rastro, mitos y todo? Mientras tanto, significar algo para muchos, parece valer el cueste lo que cueste del toreo.

Ese arte fugaz, donde se es a la vez artista y obra; imagen, gesto, movimiento, pausa, drama. Signo y significado, (según Sassure, padre de la semiología, que no necesitó ver jamás una corrida, para regalarnos esas claves).

Al final, el público, el significante (Sassure otra vez), es el que interpreta, juzga y abre o cierra la puerta de las ilusiones. Cuando este ser multicéfalo no se entrega rendido por sus condicionamientos biológicos y culturales, el fracaso es del tamaño de la apuesta. Pero eso mismo, es  lo que lo lo hace tan humano y digno como el triunfo. Se torea por torear como se vive por vivir, lo demás es aleatorio.

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