OPINIÓN

Lo kitsch en el toreo (IV)

martes, 28 de agosto de 2018 · 18:00

La corrida moderna, la del peón destronando al caballero, surge del siglo XVIII. El de las revoluciones francesa y norteamericana, el de la democracia liberal, el de la ilustración, el llamado de las luces.

No es una coincidencia que sucediera todo al tiempo. La caída del feudalismo, el ascenso del capitalismo, el debilitamiento del imperio español, los asomos de insurrección en sus colonias, y la entronización de nuevos ídolos; majos analfabetos, qué huyendo a las “cornadas del hambre” saltan al ruedo. Salen del pueblo, las barriadas, los mataderos, no de los palacios. Las masas los adoran, quieren verlos.

En Sevilla y Ronda se levantan “Maestranzas”, en Madrid la plaza de la Puerta de Alcalá, en Lima la de Acho. Se organiza la ganadería brava. Se publica La “Tauromaquia o arte de torear”. Se definen los tercios, las cuadrillas, el volapié. Brillan los atavíos de la nueva jerarquía. Apasionan sus hazañas, sus leyendas, sus mitos. La literatura, el arte, se vuelcan en la corrida. El romanticismo en auge, arrobado, ve retratadas en ella sus más amadas visiones.

Goya lo pintó y grabó todo para la historia. Es que “Yo lo vi”, está escrito al reverso de su “Muerte del alcalde de Torrejón”. Los acrobáticos vascos, Martincho, Alcalde, Apiñani. El desaforado “Indio” (¿peruano?) Mariano Ceballos. El expósito José Cándido (¿mestizo?). Los andaluces Romero, Costillares, Pepe Hillo. Autores de la nueva tauromaquia. O mejor, expresión contemporizada de la eterna.

Pero el nuevo orden reniega de su vulgaridad natal. Envidia las finas maneras del viejo, las Imita (muy kitsch). Incorpora el derrocado estilo caballeresco, su liturgia, su gala, su pompa, sus códigos…, y hasta gana el favor de sus damas (furtivo y público).

La faena se hace duelo singular, cara a cara, cediendo ventajas. El valor, la lealtad, el honor de los andantes que obsesionó a Don Quijote, calan toreros y afición como esencia del rito-espectáculo-negocio. (Sigue)

 

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