VIÑETAS

¿Epílogo o prólogo?

lunes, 9 de mayo de 2022 · 13:08

Tras tres años de receso, las dos ferias más importantes del mundo solaparon su postrer y primer corrida en las respectivas catedrales; Maestranza y Ventas. Fecha significativa, concurrida y doblemente televisada, (urbi et orbi). El argumento de que la transmisión perjudica la taquilla, está en descrédito.

Las cámaras permanentes en las plazas y las cosmopolitas multitudes televidentes agregadas, han sido secuela positiva de la pandemia. No hay mal que por bien no venga. Los “No hay billetes” y los casi llenos lo demuestran. Ya la mayoría de los aficionados no tenemos que hablar a referencia, podemos ver y oír en directo, desde cualquier ubicación, en cualquier circunstancia, por diversos medios, incluso el teléfono. No importa que lo que veamos a veces (muchas) no coincida con los que oímos y leemos. Es asunto de criterio. El rito ha multiplicado su feligresía y seguro sus ingresos. Pregunten a los empresarios.

Ayer, se podía escoger entre los dos importantes festejos. Qué privilegio. No se cuál tendría más raiting. En lo personal opté por Sevilla. Significaba más para mí, con respeto de otras opiniones. Un ruedo tricentenario, un hombre solo, seis miuras. No importa que todos fueran cuatreños, no importa que se anunciaran por debajo de su proverbial volumen y romana. No importa, porque las fotos y videos previos mostraban sus armas, sus clásicas estampas de galgos, sus miradas astutas y se contaba por definición con su adusto talante. Su historia lo garantizaba, no hablemos de leyendas. Quizá ni el más desprevenido novelero esperaba que salieran a “dejarse”, (virtud más cotizada de la época). Nadie lo esperaba y menos que nadie la crítica.

¿Por qué dolerse ahora, porque no lo hicieron? Por qué mejor no celebrar con el público que cumplieron con lo que prometieron; una tarde seria, exigente, dura, que avaló el gesto de un espada digno de tiempos heroicos, quien bajo calcinante sol ofició con bizarría todos los 18 tercios, que recibió cuatro toros a po, que colocó 15 pares de banderillas y que solo porque dos entre las honorables estocadas que impartió fueron geométricamente inexactas no se llevó más pelo, quizá la Puerta y titulares que pregonaran orejas, triunfo, apoteosis...

¿Por qué no? Si a cambio recordó toda la tarde, a riesgo de su vida, que en estos días de toro dócil, coreografía y premio fácil, las esencias del toreo; la lidia, el valor y el honor siguen vigentes y urgentes al mundo.

Quienes estaban allí lo vivieron con intensidad, pese a la duración, y quienes lo vimos desde lejos, que fuimos muchos, también. Gracias Manuel Escribano.