VIÑETAS
El regreso del héroe
Hace tres años, despedazado el tórax por un miura, le sacaron medio muerto de este ruedo. Regresó está tarde, sexta de San Fermín, puso la plaza boca abajo, mató de una estocada sin puntilla, recibió las dos orejas y en la vuelta triunfal abrazó y besó al cirujano Ángel Hidalgo, a quien agradecido había brindado la faena diciéndole “Os debo la vida”.
Así de pasional comenzó la corrida, que resultaría histórica para el viejo hierro de La Palmosilla. Sus seis toros, cinqueños, ligeros de romana (516 kilos promedio), finos de cuernas, encastados, nobles y con mucho fondo todos, atacaron pronto los caballos, dieron largas y francas peleas, murieron honrando la divisa y se fueron bajo la batahola en los arrastres.
Al primero, “Arrumbadito”, colorado, par agujas, le saludó Rafaelillo con dos largas cambiadas y cuatro verónicas y media. Tras las desiguales varas de Esquivel, alusivo quite de dos navarras, dos tafalleras y revolera por Escribano. Lipi y Mellinas sufren y aciertan en el tercio. Desde las tablas a los medios el murciano curtido con los toros más duros se regodea largamente con la fija repetición de las embestidas, encadenando por las dos manos tandas de a seis y siete muletazos, alternando las alturas. Sin populismo iguala y oficia una estocada total levemente desprendida pero fulminante. Con beneplácito unánime, su señoría doña Ana Elizalde sacó sonriente los dos pañuelos y la plaza entro de lleno en modo triunfo hasta el cierre. El retorno del que se dio por perdido no podía ser más feliz.
El cuarto, “Vinatero” fue bravo y Rafael se jugó con él como si no tuviese ya la puerta grande ganada. Ocho verónicas y la media de rigor. Agustín Collado le pica justo en sitio. Era la hora de la merienda cuando el brindis a los comensales tuvo que ser gesticulante para que lo atendieran. Nada. Pero cuando las cuatro derechas genuflexas, el de costado y el natural ayudado condujeron con mando a los medios los oles de boca llena brotaron. Y “La Pamplonesa” sonó. La faena, se insinuó de poso y seguro domino en las dos primeras series. Pero promediando la tercera, en el embroque, la embestida derrota, puntea sobre el triángulo de Scarpa en el muslo izquierdo cortando la taleguilla y buscando más blancos. Maltrecho y deschaquetado, pero recrecido reinicia la brega que alarga pues el palmosillo no parecía tener límite. Tirando la espada liga media docena de pases diestros y se manda una estocada total que rueda sin puntilla en los medios al gran toro. Le dieron una oreja, le pidieron duro la otra. Pero que más da, cualquier premio es corto para el significado de su regreso a la vida, simbolizando el de todos tras tres años de terrible pandemia. Es imposible ver a este valeroso sobreviviente solo en presente, sin el contexto de su heroica y larga carrera. Sin el recuerdo de cómo año tras año ha honrado el toro y el toreo. Que no vengan ahora las mezquindades peludas a tartar de empañar este feliz reencuentro con la plaza que casi le vio morir en su ley.
Manuel Escribano, disfrutó su generoso lote. A portagayola con todo su histriónico preámbulo en ambos y con la poco airosa zambullida en el segundo. No pareció dar la importancia que merecía el estupendo “Remilgado”, que de tal no tuvo nada. Fatigó injustamente el unipase negándose a parar y ligar, y abundó en efectos y adornos feriadores. Nadie reparó en ello, ole y ole. Qué pesar del toro. Un espadazo pasado y letal cobró las dos orejas. Y aunque mucho más aplomado con el quinto, el pinchazo y la espada desprendida inhibieron al palco para dar la que hubiese sido la octava oreja de la fecha, que fue pedida con saña. A cambio dio una vuelta con prendas.
El mexicano Leo Valadez, hizo honor con el tercero a la gran temporada europea que vienen haciendo los hispanoamericanos. Debutó con tres verónicas, media de rodillas y una larga cambiada de pie muy logradas. Quitó regionalistamente con tras zapopinas, la última de rodillas y serpentina. Y Faena de fondo por diestra y siniestra, parando, ligando y templando, sin dislates y con acompañamiento de todo ruido y música. “Memorable” lo será con justicia. Manoletinas hasta de rodillas mirando al tendido, y una estocada de marca mayor que le valió el doble trofeo. “Sombrerito” era pastueño, como el que sueñan los niños toreros ganar algún día en Pamplona. Se avino con el, pero al final quizá se desconcentró. Alargó innecesariamente, cambió una buena igualada por otra no tan buena, dejó solo media espada caída, fallo tres veces con la cruceta, y oyó un aviso. Final triste para semejante toro.
En el callejón, Javier Núñez, el ganadero solo atinó a contestarle a Victoria Collantes “Nos lo merecíamos” mientras su mayoral, a hombros con los toreos, eran llevado hacia el mar humano que rodeaba la plaza en el caer de la carnestoléndica noche sanferminera.