VIÑETAS
Filosofía para hipócritas
Anteayer Elizabeth Barber, en la Revista The New Yorker, examinó dos libros, que sin mencionarla tocan la legitimidad ética del toreo: “Liberación animal ya” y “Justicia para los animales”.
Ambos de connotados autores judíos. Uno, el filósofo pragmático australiano Peter Singer, precursor del “Derecho animal” y partidario hasta de la zoofilia, siempre y cuando exista “mutua satisfacción” y no conlleve “crueldad”. El otro, de la filósofa norteamericana Martha Nussbaum, centrada en asuntos morales y jurídicos, “repugnancia, vergüenza y ley”, así como en “la vida interior y los deseos” de los animales.
El artículo de Barber, ecuánime, documenta datos, descubre coincidencias y contradicciones en el tratamiento del tema entre los dos pensadores y activistas de la misma causa, y entre la causa misma y la cultura cimentada en los conceptos: aristotélicos, estoicos y religiosos, que otorgan dignidad única a los humanos.
A esta idea de “valor inherente”, “dignidad intrínseca” que explica por qué está bien comerse un lechón, pero no un bebé, alega Singer: “especismo” o “sesgo a favor de los intereses de los miembros de la propia especie”, igual que el racismo y el sexismo. Sin embargo, no se opone a matar mosquitos (si se hace rápidamente), ni a utilizar animales para investigaciones científicas, ni a comer carne si de ello pende la vida.
En Estados Unidos, donde las corridas de toros están prohibidas, apenas el 4% de la población es vegetariana. Pero quince millones de animales se usan en experimentación biológica y se contribuye en gran proporción a matar los otros ochenta y tres mil millones de indefensos al año para consumo humano en el mundo.
Además, es imposible allí solicitar al sistema de justicia que se ocupe del sufrimiento de los cerdos y otros animales de producción industrial. Pues todos ellos son propiedad y la propiedad no permite llevar el dueño a los tribunales.
Según Nussbaum (reconocida comedora de pescado), el modelo filosófico ideal para los derechos de los animales debería incluir también a los salvajes (fieras) los cuales, ante su incapacidad de expresar sus opiniones a un abogado, podrían estar representados por un fiduciario.
En fin, glosa Barber estos y otros muchos planteamientos filosóficos: “Si los animales merecieran la misma consideración que los humanos, entonces nos encontraríamos en un mundo en el que miles de millones de personas vivirían vidas horribles, casi inimaginablemente horribles...” Que de hecho las hay, y las hubo muchas.
“Poner fin al sufrimiento de los animales salvajes es ridículamente difícil”, una gacela destrozada por un león, un salmón por un oso, una foca por un tiburón… “(nuestros esfuerzos por acabar con el sufrimiento humano tampoco nos recomiendan exactamente para la tarea)”.
Cierto, sinceramente cierto, la biología es así, el mundo es así. Pero mejor lean el articulo completo: “¿Qué significaría tratar a los animales de manera justa?” y si son “animalistas” carnívoros, enemigos del culto al toro (tauromaquia), los dos libros completos les vendrán como pedrada en ojo tuerto.