VIÑETAS

Toreo de época

lunes, 8 de mayo de 2023 · 12:27

El toreo refleja su tiempo, su gente, sus modos. Y hoy, aunque los matadores vistan de Gallito y las cuadrillas de goyesco es imposible no captar los parches del posmodernismo reinante.

Las verdades de la corrida resultan demasiado duras para esta sociedad eufemística, del espectáculo, de la representación, de la imagen. Qué como en la cavernaria fabula de Platón, nutre su cultura más con apariencias que con realidades. Apariencias que accionan el clic, crean las tendencias, mueven los comportamientos.

Es el reino del simulacro, la virtualidad, la seudorrealidad, dónde lo que no es, parece más real de lo que es, pero no es. Una hiperrealidad holográfica que reemplaza y supera la realidad. Cuyas reproducciones de arte, por ejemplo, parecen más convincentes que los deteriorados originales de los museos. Igual que sus proyecciones de monumentos, parques, edificaciones, ciudades, paisajes, que hacen viajar por el macro y el micro universo, incluso por el interior del cuerpo humano con más detalle y visión de conjunto que presencialmente. Que nos hace ver, embellecidos y sin que nos salpiquen, los cataclismos, las guerras, los crímenes…

Donde la verdad es una convención, como vino a justificar cínicamente Michel Foucault, reeditando el “No hay hechos solo interpretaciones” de Nietzche, y otra vez a Platón. Subjetividades, que masificadas conforman el espíritu del tiempo, el clima cultural, el estado de opinión con sus nuevos asertos convenidos.

Cómo no ver al único rito ecológico de vida y muerte que conserva milenariamente la humanidad, “cambiando, poniéndose a tono con los tiempos que corren”. Cómo soslayar el culto al toro bobo y el rechazo al fiero, la postergación de los encastes históricos, el desprestigio de la lidia y la pasión por la coreografía, el asco al tercio de varas, la devaluación de la suerte suprema, el menosprecio a los toreros de “corridas duras”, la idolatría por los de las “blandas”…

La frivolidad de los públicos, la lenidad de presidencias, empresarios y jurados de premios. La primacía del eslogan sobre los principios. La suplantación de la crítica por la propaganda, el ditirambo, la adulación. La primacía de lo mercantil sobre lo ritual. El sofisma de que la clientela manda porque paga, y si pide rabo y pata por una gamberrada pues a dar pata y rabo... Y el chantaje de la morigeración para “salvar” este toreo… de la época.